Manuel María Bru dirige un retiro de Adviento a los miembros de la UCIPE –Unión católica de informadores y periodistas de España– en el que diserta sobre el acompañamiento de la Iglesia a los periodistas y ofrece una serie de claves sobre la militancia testimonial de la fe y la mirada cristiana, mucho más allá de una mera militancia ética
Estas son las siete claves que ofrece el sacerdote y periodista Manuel María Bru a los periodistas sobre la militancia testimonial de la fe:
1/ El periodista cristiano es esclavo de la verdad. Sólo la verdad le hace libre, sólo la verdad le dice lo que Dios quiere que diga, sólo la verdad le permite mirar cara a cara a la cámara o escribir su crónica sin que le tiemble la mano.
2/ El periodista cristiano es insobornable, pero no sólo porque ni dinero, ni beneficios, ni ventajas, ni donaciones, ni dádivas, ni favores, pueden enturbiar su dignidad e integridad profesionales, sino porque sólo una cosa puede motivar su elección o selección de la noticia, su modo de tratar y de interpretar, su interés y su juicio, y esta cosa es su conciencia. El cristiano ya esta comprado, y ningún postor es mejor que Dios.
3/ Su deber de rectificar y corregir sus errores, habrá de llevarle a vivir estas circunstancias como ocasiones para la humildad y para la misericordia, para saber pedir perdón, para saber perdonar, e incluso para saber resolver cualquier malentendido, crispación o conflicto con sus receptores o sus compañeros, con generosidad y magnanimidad.
4/ Su derecho a la crítica será a su vez deber, en primer lugar, deber de discernir si su crítica es caprichosa o justificada. En segundo lugar, tiene el deber de ejercerla con aplomo, con objetividad, con serenidad, y tratando que en nada pueda esconderse o aprovecharse la acepción de personas.
5/ Si nunca traiciona su conciencia, deberá por ella pagar el alto precio de arriesgar su estabilidad, o de perder o de no acceder a trabajar con una empresa periodística con un talante, ideología o actuación que ponga en peligro su libertad y su honradez.
6/ El periodista cristiano no sólo defenderá y promoverá los derechos humanos, la justicia social, la indiscriminación por cualquier razón. El periodista cristiano buscará siempre, como lo genuinamente cristiano de la noticia, todo aquello que en razón de la dignificación de la persona humana, pueda hacerse público, bien para apoyarse, adherirse y potenciarse, bien para descubrirse, denunciarse, y combatirse.
7/ El periodista cristiano no será nunca un francotirador, un reportero individualista que trata de sobresalir de los demás, una especie de superman de la noticia que es capaz de darla el primero, de evitar que otros se enteren, o de hacer carrera por sus méritos, cuando no por sus astucias. Y todo esto, además, porque su estilo de trabajo será el de un trabajo, no ya en equipo, si no en comunión. Y, cuando la complicidad de sus compañeros lo permita, en comunión eclesial explícita, esa que reconoce en la presencia del único maestro y periodista («donde dos o tres se reúnan en mi nombre, allí estaré yo en medio de ellos»: Mt. 18,20) al único capaz de hacer desde la comunión lo que cada uno ha sabido perder en la comunión.
A continuación, reproducimos la ponencia completa, por su interés:
Premisas:
1.- “Acompañamiento”: Es un término que recorre trasversalmente la historia de la misión de la Iglesia y de la espiritualidad cristiana:
• La Iglesia vive para acompañar a la humanidad, como prolongación del misterio de la Encarnación del Hijo de Dios que nos disponemos en breve a celebrar: “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón. La comunidad cristiana está integrada por hombres que, reunidos en Cristo, son guiados por el Espíritu Santo en su peregrinar hacia el reino del Padre y han recibido la buena nueva de la salvación para comunicarla a todos. La Iglesia por ello se siente íntima y realmente solidaria del genero humano y de su historia” (Gaudium et Spes, 1).
• No somos cristianos sino acompañamos a otros en su fe, y sino nos dejamos acompañar por otros en nuestra vida de fe.
2.- El “acompañamiento” ha adquirido en el pontificado del Papa Francisco un relieve especial, entendido desde su magisterio en dos claves fundamentales:
• Que antes que promover “espacios” (instituciones, grupos, ámbitos de presencia, etc…), estamos llamados a promover “procesos” (personales y comunitarios, de maduración en la vida cristiana), porque “el tiempo es superior al espacio” (Evangelii Gaudium, 222-225).
• Que estos procesos tiene cuatro pasos que la Iglesia y cada cristiano ha de proponer a quienes “acompaña”: acogida, acompañamiento, discernimiento, e integración (Evangelii Gaudium, 169-173).
3.- En el acompañamiento de la Iglesia a los periodistas (más o menos integrados o más o menos alejados de la de cristiana y de la Iglesia) son los periodistas católicos los primeros llamados, como “discípulos misioneros” (Evangelii Gaudium, 119-121), a acompañar. ¿Cómo?
Dimensiones del acompañamiento pastoral a los periodistas (de la mano de San Juan Pablo II y del Papa Francisco):
1.- Acompañar una vocación antes que una profesión.
2.- Acompañar una espiritualidad antes que una moral.
3.- Acompañar una pertenencia y una militancia antes que una resistencia.
1.- Acompañar una vocación antes que una profesión.
1.1.- Reconocer una vocación personalizada del comunicador.
• No estamos llamados a acompañar pastoral y espiritualmente medios, funciones, tareas y profesiones, sino personas, personas, eso sí, con una vocación personal, en la que la profesión –en este caso la del comunicador social- constituye un elemento importante de su vida. Decía San Juan Pablo II a los periodistas en la ciudad de México (1979): “No se me olvida que detrás de las cámaras se encuentra una persona, que una persona es la que habla a través de micrófono, que es una persona la que perfila y corrige cada línea del artículo que publicará el periódico de mañana. Quisiera, en este breve encuentro, ofrecer a todos mi gratitud y respeto, y dirigirme a cada uno con su nombre”.
• En su primer encuentro con los periodistas (31 de octubre de 1978) Juan Pablo II se atrevió, como él mismo dijo, a utilizar el término vocación: “vuestra profesión, tan exigente y a veces tan agotadora, me atrevería a decir vuestra vocación, tan actual y tan hermosa”. Y veintiún años después, en la celebración del Jubileo de los periodistas enmarcada en el año Jubilar 2000, Juan Pablo II les hacía esta propuesta: “Interrogaros sobre el sentido de vuestra vocación de cristianos comprometidos en el mundo de la comunicación (…) La vocación específica que os distingue como seguidores de Cristo en el mundo de las comunicaciones sociales: estáis llamados a consagrar vuestra profesionalidad al servicio del bien moral y espiritual de las personas y de la comunidad humana (…) Por eso, pido al Señor que esta celebración jubilar suscite en vosotros la convicción de que es posible ser auténticos cristianos y al mismo tiempo excelentes periodistas. El mundo de los medios de comunicación social necesita hombres y mujeres que se esfuercen día a día por vivir mejor esta doble dimensión”.
1.2. – Ministerio profético laical y vocación del comunicador.
• San Juan Pablo II refiere al comunicador las notas esenciales de una elemental teología de la vocación: “La profesión periodística debe ser entendida como una misión de información y formación de la opinión pública, en cuyo origen se sitúa un impulso fuertemente interior, que podríamos llamar vocación. Tal misión, es decir cometido cualificado, mientras reclama del sujeto un compromiso personal que moviliza sus mejores facultades, exige por su naturaleza, ejerce al abrigo de toda arbitrariedad y se canaliza en la corriente de un ministerium, de un servicio -como se dice en el argot también de algunas prestaciones periodísticas- constantemente anclado en los criterios de la veracidad, objetividad y claridad” (Discurso a los periodistas de la Unión Católica de Prensa italiana del 14 de febrero de 1983).
• Para Juan Pablo II, la “difícil y fascinante vocación” del comunicador social, tanto por la naturaleza de su misión, como por el puesto que ocupa y la influencia que tiene en la sociedad, se inserta en la colaboración de los cristianos a la “acción redentora y regeneradora a la cual aspira el mundo” (Audiencia a periodistas de diversas naciones en Roma, el 27 de enero de 1984).
• Por eso el documento “Ética en las comunicaciones sociales”, habla expresamente de la vocación profética del periodista (nº 31): “El comunicador cristiano en particular tiene una tarea, una vocación profética: clamar contra los falsos dioses e ídolos de nuestro tiempo -el materialismo, el hedonismo, el consumismo, el nacionalismo extremo y otros-, ofreciendo a todos un cuerpo de verdades morales basadas en la dignidad y los derechos humanos, la opción preferencial por los pobres, el destino universal de los bienes, el amor a los enemigos y el respeto incondicional a toda vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural; y buscando la realización más perfecta del Reino en este mundo, conscientes de que, al final de los tiempos, Jesús restablecerá todas las cosas y las restituirá al Padre (cf. 1 Co 15, 24)”.
2.- Acompañar una espiritualidad antes que una moral.
2.1.- Desde una espiritualidad de comunión.
• Les dice Juan Pablo II a un grupo de jóvenes universitarios: “Comunicar, pues, es aprender a vivir según la lógica de la entrega personal, es decir, del amor. La verdad plena de la comunicación se encuentra en la comunión. Su modelo supremo es la Trinidad, comunión total del Padre con el Hijo en el Espíritu Santo, comunión que en la Redención se abre al hombre. Dios no se limita a comunicarle desde fuera algunas verdades o principios morales, sino que con la gracia se entrega a sí mismo y hace al hombre participe de su propia vida” (Discurso dirigido a los jóvenes universitarios que participan en el Congreso Internacional UNIV´96, del 2 de abril de 1996).
• “Espiritualidad de comunión”, tal y como la ha expresado magistralmente Juan Pablo II en su Carta Apostólica Novo Millennio Ineunte: “Espiritualidad de la comunión es también capacidad de ver ante todo lo que hay de positivo en el otro, para acogerlo y valorarlo como regalo de Dios: un don para mí, además de ser un don para el hermano que lo ha recibido directamente. En fin, espiritualidad de la comunión es saber dar espacio al hermano, llevando mutuamente la carga de los otros (cf. Ga 6,2) y rechazando las tentaciones egoístas que continuamente nos asechan y engendran competitividad, ganas de hacer carrera, desconfianza y envidias” ( Novo millennio ineunte, n 37.
2.2.- Desde una espiritualidad de servicio.
• Juan Pablo II deja clara la nota del servicio en la identidad del comunicador, tal y como se les presentaba a los periodistas españoles en su primer viaje a nuestro país: “He pronunciado una palabra bien pensada: servicio. Porque, en efecto, con vuestro trabajo servís y debéis servir la causa del hombre en su integridad: en su cuerpo, en su espíritu, en su necesidad de honesto esparcimiento, de alimento cultural y religioso, de correcto criterio moral para su vida individual y social” (Madrid, el 2 de noviembre de 1982).
• En el discurso a los periodistas acreditado en la las Naciones Unidas al comienzo de su pontificado, Juan Pablo II vinculaba, con una relación de mutua dependencia, este servicio específico a la verdad con el servicio genérico a la unidad, a la comprensión, a la paz: “Vosotros sois auténticos servidores de la verdad; vosotros sois sus incansables transmisores, difusores, defensores (…)Como transmisores de la verdad, sois instrumentos de la comprensión entre la gente y de la paz entre las naciones” (Discurso pronunciado el 2 de octubre de 1979).
• Pero además, como les dijo Juan Pablo II a los periodistas en su viaje a Australia en 1986, en esta búsqueda de la verdad el periodista colabora con la misma acción reveladora de Dios: “¡Qué precioso es su trabajo ante Dios! Qué importante es su tarea de compartir con Él la obra de comunicar la verdad y el amor al mundo”. JUAN PABLO II, “Iluminar, orientar, humanizar y evangelizar a los hombres mediante la información” (Discurso dirigido a los representantes de los MCS, en Brisbane, el 25 de noviembre de 1986).
• De hecho, en esta identificación de la identidad del periodista en su búsqueda de la verdad, la fe aporta vocacionalmente no un plus de subjetividad, sino un plus de objetividad. A un nutrido grupo de jóvenes universitarios les confía el Papa esta consideración: “La fe pone en la mente una especie de inclinación connatural a la verdad, que consiente ir más allá de los estratos intermedios y provisionales de lo real para llegar al nivel donde cada significado alcanza su propia plenitud” (Discurso dirigido a los jóvenes universitarios participantes en el Congreso Internación UNIV´96).
• En el discurso a los periodistas en Dublín, en su viaje a Irlanda de 1979, Juan Pablo II elabora todo un programa del periodista como servidor de la comunidad a través del amor a los hombres, a la verdad, y a los grandes desafíos humanos: “El mensaje de que hablo es el segundo de los dos grandes mandamientos de Jesús: Ama al prójimo como a ti mismo. Este mensaje y este mandato debería tener un significado especial para vosotros, por que vuestro trabajo os hace huéspedes de honor en millones de casas de todo el mundo. Dondequiera se escuchen las voces que transmitís, dondequiera se vean las imágenes que captáis, dondequiera se lean las palabras que referís, allá está vuestro prójimo” (Discurso pronunciado el 29 de septiembre de 1979).
• Y en otro discurso a periodistas, Juan Pablo II dice: “Más que el dinero, la carrera, el éxito, debéis amar a la gente, al público al que os dirigís, porque sólo amándolo, podéis respetarlo, tratarlo como adulto, como interlocutor serio, como sujeto y no como objeto al que vender generalmente el producto-periódico. Por este camino podéis infundir en los lectores la inquietud por la libertad especialmente interior, la inquietud frente a los compromisos oprimentes y mortificantes, la sed de saber cada vez más y de llegar cada vez más al fondo en la comprensión de las vicisitudes humanas” (discurso a los periodistas del «Avvenire», el 1 de mayo de 1993),
2.3.- Comunicador: ¿Quién es tu prójimo?
• En el emergente pontificado del Papa Francisco se vislumbra la importancia de un profundo Periodismo de rostro humano. Lo indicó en su primer discurso a los periodistas al indicar que al profesional de la comunicación se le pide “estudio, sensibilidad y experiencia, como en tantas otras profesiones, pero implica una atención especial respecto a la verdad, la bondad y la belleza”.
• Así lo expresaba en una magnífica conferencia considerada por muchos, desde hace años, como un vademécum del comunicador cristiano, pronunciada en Buenos Aires el 10 de octubre de 2002 bajo en sugestivo título “Comunicador: ¿quién es tu prójimo?” y que hace años nos sirvió como materia de reflexión en Crónica Blanca con un pequeño grupo de jóvenes comunicadores deseosos de aprender este tipo de comunicación:
o Aproximarse en la comunicación consiste –aquí encontramos su conexión con el primer discurso del Papa a los comunicadores- en que si “bien, verdad y belleza son inseparables cuando nos comunicamos”, lo son (inseparables) “por presencia o también por ausencia, y –en este último caso- el bien no será bien, la verdad no será verdad ni la belleza será belleza”.
o Y “así como a nivel ético –decía el Cardenal Bergoglio-, aproximarse bien es aproximarse para ayudar y no para lastimar, y a nivel de la verdad, aproximarse bien implica transmitir información veraz, a nivel estético, aproximarse bien es comunicar la integridad de una realidad, de manera armónica y con claridad.
o Y, claro está, continua coherentemente su discurso, “aproximarse mal en cambio es aproximarse con una estética desintegradora, que escamotea algunos aspectos del problema o que los manipula creando desarmonía y que oscurece la realidad, la afea y la denigra”.
o Esta es la gran propuesta del “periodismo con rostro humano” que propone el Papa Francisco. Una determinada regeneración moral y espiritual de la comunicación basada en ese modo de entender la proximidad que “implica comunicar la belleza de la caridad en la verdad”.
• Para el Papa Francisco este mundo maltrecho, incluido su continente comunicativo, es como un campo de minas en medio de la batalla, necesitado de el hospital de campaña de los cristianos para curar tantas heridas, despertar tantos ánimos, y alentar tantas buenas voluntades.
3.- Acompañar una pertenencia y una militancia antes que una resistencia.
3.1.- Acompañar una pertenencia.
• Por eso el comunicador cristiano, no es que sepa muchas cosas, ni que sepa más que los demás, ni que sepa más que si no lo fuera, sino que sabe otra cosa: sabe mirar un poco con los ojos de Dios. Por eso el comunicador cristiano abrirá la ventana de su cámara de fotos o de TV o de cine, o su bloc de notas de redactor, o su micrófono de la radio, no a aquello que ocurra por ser sensacionalista, sino porque, sea o no sensacionalista, es humano, es profundamente humano, y le conmueve, le enseña, le educa, porque es verdadero, y para él «la verdad cuenta para algo” (CHRISTOPHER DERRICK. Huid del escepticismo. Madrid: Ediciones Encuentro, 1982).
• Y no aquello que se dice porque parece importante, sino porque además de parecerlo, o cuando tantas veces no lo parece para nada, resulta que desde su pupila si que lo es. Y es importante todo lo que me dice algo de mi, de ti, del otro, algo que directa o indirectamente afecta nuestra vida de verdad, la conforma, la defiende, la amenaza, la dignifica o intenta embrutecerla, reducirla o engañarla. Evidentemente, esta mirada es sostenida solamente por una pertenencia, pertenencia a la luz del Evangelio constante en su vida de encuentro con la Palabra de Dios, y pertenencia a la comunidad cristiana, donde la unidad entre los bautizados es fuente de luz y de discernimiento, de vida y de gracia.
3.2.- Acompañar una militancia.
Una militancia testimonial de su fe y de su mirada cristiana, y no sólo una mera militancia ética. Claves de esta militancia, entre otras muchas, podrían se las siguientes:
1/ El periodista cristiano es esclavo de la verdad. Sólo la verdad le hace libre, sólo la verdad le dice lo que Dios quiere que diga, sólo la verdad le permite mirar cara a cara a la cámara o escribir su crónica sin que le tiemble la mano.
2/ El periodista cristiano es insobornable, pero no sólo porque ni dinero, ni beneficios, ni ventajas, ni donaciones, ni dádivas, ni favores, pueden enturbiar su dignidad e integridad profesionales, sino porque sólo una cosa puede motivar su elección o selección de la noticia, su modo de tratar y de interpretar, su interés y su juicio, y esta cosa es su conciencia. El cristiano ya esta comprado, y ningún postor es mejor que Dios.
3/ Su deber de rectificar y corregir sus errores, habrá de llevarle a vivir estas circunstancias como ocasiones para la humildad y para la misericordia, para saber pedir perdón, para saber perdonar, e incluso para saber resolver cualquier malentendido, crispación o conflicto con sus receptores o sus compañeros, con generosidad y magnanimidad.
4/ Su derecho a la crítica será a su vez deber, en primer lugar, deber de discernir si su crítica es caprichosa o justificada. En segundo lugar, tiene el deber de ejercerla con aplomo, con objetividad, con serenidad, y tratando que en nada pueda esconderse o aprovecharse la acepción de personas.
5/ Si nunca traiciona su conciencia, deberá por ella pagar el alto precio de arriesgar su estabilidad, o de perder o de no acceder a trabajar con una empresa periodística con un talante, ideología o actuación que ponga en peligro su libertad y su honradez.
6/ El periodista cristiano no sólo defenderá y promoverá los derechos humanos, la justicia social, la indiscriminación por cualquier razón. El periodista cristiano buscará siempre, como lo genuinamente cristiano de la noticia, todo aquello que en razón de la dignificación de la persona humana, pueda hacerse público, bien para apoyarse, adherirse y potenciarse, bien para descubrirse, denunciarse, y combatirse.
7/ El periodista cristiano no será nunca un francotirador, un reportero individualista que trata de sobresalir de los demás, una especie de superman de la noticia que es capaz de darla el primero, de evitar que otros se enteren, o de hacer carrera por sus méritos, cuando no por sus astucias. Y todo esto, además, porque su estilo de trabajo será el de un trabajo, no ya en equipo, si no en comunión. Y, cuando la complicidad de sus compañeros lo permita, en comunión eclesial explícita, esa que reconoce en la presencia del único maestro y periodista («donde dos o tres se reúnan en mi nombre, allí estaré yo en medio de ellos»: Mt. 18,20) al único capaz de hacer desde la comunión lo que cada uno ha sabido perder en la comunión.
Manuel María Bru